jueves, 19 de diciembre de 2019

La pelota en Chile

   El 1976 pasé una temporada en Chile, contratado como catcher designado por el equipo Tocopilla , el de más victorias en la historia de este sureño país. Al parecer, a raíz del golpe de estado y de la llegada al poder de la junta militar, el gobierno cubano había decidido infiltrar a sus agentes mejor preparados en este país, con el fin de desestabilizar y de ser posible derrocar al gobierno del General Augusto Pinochet.

   A Pinochet le gustaba mucho la pelota. Esto, por supuesto, era secreto de estado. Se supone que a un militar de su rango y destino los deportes no debieran importarle mucho. Esto no es así entre los dictadores de izquierda, que suelen tener un ego más necesitado de aplausos y éxito social. El general chileno era un hombre serio, un profesional de la dictadura. O sea, aquello tenía que funcionar bien. No como, por ejemplo, Fidel Castro, quien como dictador dejaba mucho que desear. Lo único que le importaba era ser el jefe. 

   Desde las oficinas ministeriales de la junta bajó la orden de contratar un catcher de primera linea porque los espías chilenos en Cuba (en aquellos años Cuba estaba infectada de espías de Pinochet que se hacían pasar por comunistas chilenos. Incluso en Miami los había a montones. En La Habana algunos llegaron a trabajar en la televisión cubana. Fueron detectados fácilmente por la contrainteligencia de la isla pues se veía a la legua que eran cualquier cosa menos actores, periodistas, presentadores de televisión. Eran muy malos) habían comunicado que los cubanos pretendían infiltrar en Iquique a uno de los pitcher de mejor brazo del equipo nacional del Ministerio del Interior Cubano, los Lenguas Rojas del Minint.  

   El lanzador fue presentado al equipo chileno bajo el nombre de Aquino Pas Arán. Se hablaba mucho de su recta. Se decía que la tenía muy dura todo el tiempo. Y claro, cuando Pinochet preguntó "¿Hay entre nuestros catchers alguno que se la pueda parar... o tengo que hacerlo yo mismo?", salió a relucir mi nombre. Yo no era ya tan joven y estaba bastante alejado del beisbol pero las cifras que se manejaron, en dólares, me convencieron desde el primer momento. 

   Mi calidad como catcher y bateador eran aún soberbias. No obstante, el factor determinante para el trabajo se fundamentaba en mis ventajas con el idioma. Yo controlo bastante bien el español chileno, idioma que suele creerse por ahí que es el mismo castellano que hablamos los latinos descendientes de españoles. Ni de lejos. Pero además hablo perfectamente mapudungun, quechua sureño, rapanui y el aimara. Alguna vez contaré por qué conozco esos idiomas tan poco hablados pero ahora no viene al caso esa historia. Y no se trataba solo de aguantar las rectas de Aquino Pas Arán. Mi labor se completaba con una inmersión total en el espionaje político y deportivo que conllevó a que, años después, el equipo Cuba tuviera que sobornar a la Comisión de Béisbol de Chile para que no les venciera en unos Panamericanos a principio de los años 80. De ello también contaré más adelante.

   Yo me sabía, además, todas las canciones de los grupos folclóricos chilenos Illapu, Inti-Illimani, Los Jaivas y Quilapayún. 
   Y las tocaba perfectamente en las tumbadoras. Cuatro congas distintas. Una por repertorio y grupo.

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