lunes, 17 de octubre de 2022

Guam Ses Lao y Los Piratas de El Estero

Jugaba con Los Peluqueros de San Luis XVI, un equipo semi-pro financiado por los vendedores de guarapo de la plaza del mercado de Río San Juan Abajo.    

Se llamaba Guam Ses Lao. Sus abuelos habían emigrado de alguna región de Asia a principios de siglo.  Pero era más conocido por el mote de "Elin Conforme" porque siempre andaba diciendo:  “Señor, por qué me diste el deseo de jugar pelota si no me diste pie izquierdo”. 

La frase fue plagiada y reciclada en una famosa película años después cuando un hijo de Guam viajó a Checoslovaquia a trabajar en una fábrica de espumaderas, adonde lo había enviado el gobierno a tomar experiencia con vistas a aplicarlas en el país. Guamcito cambió los derechos de la frase de su padre por una moto MZ que se trajo a su regreso. Tras el éxito del filme a Guam comenzaron a llamarle Salieri.

Jugando pelota Guam Ses Lao era bastante malo.  Aunque a veces conseguía hacer alguna buena jugada. Cuando se necesitaba un desbol y cosas así. Pero le habían tenido que amputar la pierna izquierda al nacer porque se le enredó en el intestino de la madre, por lo que resultaba muy poco efectivo en el terreno. Sobre todo en el robo de bases.  Igual, cuando pichaba y tenía algún contrario en base, era absolutamente incapaz de sacar el pie de la lomita para que el corredor no adelantara. 

Lo ponían de 8vo bate porque no servía ni para 9no. 

Cuando lo expulsaron del equipo, con el dinerito de la indemnización se compró una pata de palo. Entonces fundó su propio team de pelota de barrio: “Los Piratas de El Estero”. 

La condición inapelable que exigía Guam a los aspirantes a integrar el equipo Los Piratas de El Estero era que tuvieran una sola pierna. Y demostrarlo. Además, debía faltarle una mano y tener un garfio en su lugar. Y, por supuesto, era obligatorio ponerse un parche en un ojo, le faltara o no el ojo. Estaba claro que, aunque Guam no reunía las condiciones físicas optimas para este y casi ningún deporte, poseía un don natural para concebir un espectáculo. Y sacaba gran provecho de ello.

El único problema era que escaseaban peloteros que cumplieran todos estos requisitos. Pero la necesidad económica, cierta ansia de figurar y, sin dudas, un gran amor al beisbol, servía de resorte entre gran cantidad de muchachos del barrio por lo que se hizo frecuente la amputación de miembros entre los aspirantes a integrar la novena de quien ya para entonces era localmente conocido como Salieri. No quedó entonces más remedio que sacar al masajista y contratar en su lugar a un cirujano veterinario para que se ocupara de estas operaciones. Contaban con un presupuesto muy limitado y, aunque un carnicero podía realizar el trabajo por bastante menos dinero, las inspecciones del ministerio de salud pública eran demasiado frecuentes y reventaban los ahorros conseguidos en las apuestas al tener que sumar gastos en sobornos con excesiva frecuencia.  

No obstante, fue un digno equipo. Sus chicos impresionaban por tercos y voluntariosos. Era impresionante, además, verles salir al terreno de los improvisados estadios con sus orgullosos gestos y sus uniformes que incluían sombrero alón de pirata, parche en un ojo, garfio por mano y pata de palo. Algunos, los más entregados, se sacaban dos o tres y hasta cuatro dientes. Atraían a muchos aficionados cuando jugaban, entre fans y gente curiosa. Además, las apuestas se multiplicaban y con ellas las ganancias; sobre todo las que giraban alrededor de cuánto podría demorar un juego en llegar a la segunda mitad del primer inning. Los principales apostadores eran los mismos miembros del equipo. 

No les fue muy mal durante un tiempo, sobre todo gracias a las apuestas.  Hasta que en cierta ocasión, estando necesitados, tuvieron que hacer un casting de urgencia buscando pitcher y se presentó un zurdo a quien lo que le faltaba era una oreja. El aspirante argumentaba que “la ausencia de mi miembro auditor (así decía literalmente) compensa el requisito de tener que poseer tres miembros afectados”. 

Hubo discusiones, análisis sobre si era ético violar el reglamento con tal de ganar un juego y otros detalles menores. Finalmente le hicieron una buena oferta monetaria pero debía completar el requisito de tener tres miembros no funcionales. Para no parecer excesivamente severos le dieron a escoger. El hombre eligió conservar el ojo, por lo que el veterinario solo tuvo que amputarle el brazo izquierdo y la pierna alterna, que era lo más aconsejable para que no perdiera el equilibrio a la hora de iniciar el way up.

Lo contrataron.  Pero a partir de entonces se resquebrajó la moral del equipo y el nivel de exigencia y cumplimiento de los requisitos que los hacían tan especiales llegó a mínimos. Empezaron a contratar jugadores con cualquier defecto:  ñatos, muengos, calvos, gordos y hasta barrigones. 

Con el tiempo, a medida que avanzaba el proceso revolucionario,  terminaron poniendo una vaca de bateador designado.    

Guam Ses Lao ingresó en prisión para cumplir 15 años por el secuestro, asesinato, violación y desmembración de la vaca y multado por una cuantiosa cifra para compensar las derrotas sufridas por el equipo al perder a su cuarto bate. 

Durante el juicio quedó probado que había conseguido comerse casi toda la vaca, medio cruda y sin nada con que acompañarla. Por ironía del destino, y como si todavía necesitara guarnición, para cumplir condena lo asignaron a la cárcel de Boniato.

Allí nos conocimos.


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